Por una decisión del destino, nací en Roma hace demasiados años. Y mi biografía podría terminar aquí. Al fin y al cabo, lo único que debería importarte es si soy un buen fotógrafo o no. Pero los algoritmos y los motores de búsqueda han decidido que debo poner algo de texto, así que te contaré algo sobre mí. Y aquí viene la parte complicada. Normalmente en estos casos caes en una especie de autoelogio, pintándote como diferente a los demás, sólo para darte cuenta de que todas las biografías son iguales y aburridas.
No quiero aburrirle, y tampoco quiero aburrirme a mí mismo, así que escribiré cosas que quizá tengan poco sentido y no tengan palabras clave, pero que quizá sean más ciertas.
Nacer en Roma, en una Roma diferente a la de hoy, me ha dado muchas cosas, como la ironía, el amor por la historia y el arte, la búsqueda de la belleza, la curiosidad y el saber desenvolverme en cualquier situación. Y éstas son las actitudes que guían mi trabajo como fotógrafo.
Volviendo a mí, puede que esté trillado, pero amo a los animales, tengo cuatro perros, un gorrión expósito y un caballo, que me miran a los ojos de la misma manera, transmitiéndome directamente al alma una pregunta profunda e incesante: “¿Cuándo comemos?”.
Y sin embargo los amo incondicionalmente.
Del mismo modo que me encanta ponerme en las situaciones más absurdas para tener algo que contar, que fotografiar, que escribir. Ya sea en la ciudad, perdido en un bosque, en una villa abandonada o en una discoteca a las tres de la madrugada. Veo el mundo como un gran espectáculo en el que el director y el escenógrafo están todo el tiempo tomándose un café, dejando a su suerte a actores y utileros.
Practico muchos deportes de mala manera, sobre todo el surf de forma vergonzosa, mis entradas con la tabla en el agua son un insulto a Poseidón, sin embargo me hace sentir tan libre que hasta los dioses me perdonan.
Al contrario que la fotografía, se me da realmente bien. No es presunción, en realidad es lo único que se me da bien. Quizá porque mi abuelo me transmitió su pasión, sus cámaras, sus negativos desgastados por el tiempo y sus historias. De niño me regaló su Ricoh 500 G, y empecé a pasear por mi ciudad, con 36 disparos y los ojos bien abiertos.
Con el tiempo, esta pasión por las historias y las fotos hizo que me convirtiera en fotoperiodista. Fue una época maravillosa, sin horarios ni pausas para comer, eternamente deprisa, con carteles de “prohibido el paso” siempre a mis espaldas.
La fotografía de bodas se convirtió en una forma maravillosa de seguir contando historias. La experiencia periodística me ha dado la oportunidad de desarrollar un enfoque diferente, intentando evitar las poses, poniendo el foco en la historia, en la espontaneidad, buscando siempre algo nuevo.
Al final, la pregunta es: ¿soy un buen fotógrafo? La respuesta es que no soy el mejor ni el peor fotógrafo del mundo, pero sí un fotógrafo con estilo propio. Y si te gusta mi estilo, entonces soy el fotógrafo adecuado para ti.
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